"Empezaban a verse las llamas
entre el humo, los primeros incendios tras las murallas empezaban a
intranquilizar a los defensores, el clan del cuervo intentaban asaltar los
muros y los montañeses pronto abrirían brecha en uno de los grandes portones
del norte de la ciudad, mientras yo los observaba desde la colina, viendo el humo recordé
quien fui..."
Volvíamos a la aldea después de años vagando por los desiertos del
norte, los hombres civilizados hablaban de los desiertos como un lugar maldito
en el que reinaban demonios, no estoy seguro, durante las largas noches en los desiertos creí oír voces que me susurraban al
oído, no llego a escucharlas, pero no salen de mi cabeza me prometen todo lo que
mi mente es capaz de desear, pero lo único que deseo es volver a oír su risa, acariciar su pelo azabache y sentir sus labios en los míos y al recordarla salen esas voces de mi cabeza.
He mantenido la cordura recordando a Zina, cuando aparecen las voces me concentro en mis recuerdos y solo oigo su
risa cuando corríamos por la aldea en nuestra infancia, era la única risa de
aquellas tierras duras y oscuras, una risa que perduro mientras fuimos
creciendo, que acabo siendo parte de mí, quizá debí despedirme cuando me fui, aún la recuerdo mirando como nos íbamos, solo por un instante nuestras miradas se cruzaron y sentí un vacío eterno, ahora es demasiado tarde y el silencio vuelve a mi cabeza cuando recuerdo su
cara.
Ya estábamos cerca de nuestra aldea y el humo era un mal presagio, corrimos hacia
la aldea y solo encontramos muerte y desolación, las cabezas de los guerreros
empaladas, las mujeres muertas y violadas, ni niños, ni viejos habían sido
perdonados, de repente un fugaz movimiento alguien aún vivía, me acerqué y el
herrero me reconoció.
-Thark; vinieron hace tres días, nos negamos a pagar sus impuestos
y a reconocer a sus Dioses y volvieron ayer, lo siento, Zina se la llevaron al
sur con ellos, decían que era una hechicera.
Las voces volvieron a mi cabeza esta vez ni recordándola fui capaz
de callarlas y les dije sí, sí, salimos tras ellos, no hubo descanso, no nos
hizo falta, unas fuerzas que no entendía nos ayudaban y los alcanzamos al caer
la noche, no había guardias y caímos como lobos en un rebaño, no recuerdo el
combate ni como matamos a unos hombres armados que nos triplicaban en número,
solo recuerdo su cuerpo desnudo en el suelo, golpeado, vejado hasta que se
cansaron, su pecho aún se movía y me acerque, cuando sus ojos me reconocieron sonrió
fui incapaz de sostenerle la mirada, no había odio, ni rabia, solo pena, pena
por mí, me acaricio la mejilla y me susurro; Que te han hecho... y se durmió entre mis brazos.
Grite, grite hasta callar la noche, maldije a los que se
hacen llamar civilizados, todos los que no seguíamos su credo éramos: salvajes,
herejes, brujas, demonios... lo decían aquellos que amasaban fortunas
mientras su pueblo pasaba hambre, aquellos que mataban en nombre del Emperador
o sus Dioses solo por no seguirlos o adorarlos, la locura empezaba a irse y con
ella el odio, dando paso a la fatiga y al vacío, la acune mientras aún oía - que te han hecho- pase horas así, hasta que mis hombres la arrancaron de mis brazos para ponerla en la pira funeraria y entonces las voces volvieron y nos les necesitó nada más que decirme el nombre del culpable, para que ya no les opusiera resistencia.
Los gritos me hicieron volver, ya no recuerdo mi nombre, solo recuerdo
sus últimas palabras y esa es mi maldición recordar en la eternidad su sonrisa
a cambio de mi alma, pronto la ciudad caerá cuando carguemos a través de los
muros no va a ser un combate de héroes y hazañas para cantar, solo habrá dolor y
muerte, destrucción y sufrimiento, mientras odio, oiré su risa y seguiré amándola, ese es el precio que he de pagar por ser un Señor del Kaos.
Hace mucho que escribí esto, lo encontré el otro día haciendo limpieza de mis cosas y lo he retocado un poco, aun así pienso que sigue quedando un poco "atropellado" no recuerdo para que concurso lo escribí, pero al final solo lo leyó una persona, espero que os guste.
Dedicado a mi abuelo que me vicio en el placer de leer, a mi mujer que me aguanta todas mis frikadas, a mi hijo por supuesto y a todos los que quieren vivir una aventura y no pasar por esta vida de forma triste y aburrida, porque aún quedan almas libres dentro de este mundo de números, gráficas e hipocresía.